lunes, 24 de enero de 2011

Rascacielos a escala Barcelona

Los rascacielos de Barcelona solo le hacen cosquillas en las nubes. Aunque en la última década se han construido muchos nuevos, la altura sigue siendo discreta en comparación con el que ha pasado en el mundo (Torre Burj Dubai, 828 metros de vértigo) o hasta en España (Torre Caja Madrid, 250 metros). De hecho, el Hotel Arts y la Torre MAPFRE son aún, con 154 metros, los más altos de la ciudad. La Torre Agbar, uno de los más emblemáticos, tiene 144 y la siguiente perla de la ciudad, la estilizada Torre Telefónica en la zona Fórum, tiene 110. En total, hay una docena de edificios con más de 100 metros y poco más de un centenar superan los 50 metros. En una ciudad tan planificada como Barcelona, precisamente lo de la limitación de la altura no es fruto de una normativa específica sino de un mito con el que todo el mundo parece estar de acuerdo: no se puede superar la torre más alta que tendrá la Sagrada Familia. Lo curioso, sin embargo, es que Gaudí estableció la altura de la torre central en 172 metros para no superar la cota de la naturaleza que había creado Dios, los 173 metros de la montaña de Montjuïc.

Para el arquitecto Robert Brufau, que con su estudio ha hecho el cálculo de estructuras de muchas de las torres de la ciudad -desde el Hotel Arts a la Torre Agbar, pasando por el Hotel Me o el Hesperia-, esta altura es la correcta. "Barcelona acepta bien torres de esta medida, que no plantean ningún tipo de problema estructural específico", comenta. "Si se hiciesen torres de 250 metros, entonces se tendría que ir con mucho cuidado. El tipo de terreno de Madrid, por ejemplo, es mucho mejor y lo que se puede hacer allí es diferente de lo que podemos aplicar aquí, y se tendrían que buscar soluciones mucho más costosas".

Para asegurar la estructura de la Torre Telefónica, en el Fòrum, uno de los rascacielos más destacados de la ciudad, su arquitecto Enric Massip explica que se tuvieron que hacer unos cimientos de 50 metros de profundidad a causa, precisamente, del tipo de terreno y que la ubicación al lado del mar también ha obligado a reforzar la estructura ante los vientos. "Los aprovechamos para formalizar la torre desde estas nuevas necesidades; de ahí la doble estructura, la exterior metálica, que nos permite también ganar espacio interior, y el núcleo interior de hormigón, un sistema que además se adecua bien a las normas antiincendios", explica.
De hecho, los bomberos de Barcelona tienen una ordenanza específica desde 2007 para los edificios de más de 50 metros. "Lo que hacemos es reforzar las medidas en este tipo de edificios obligando, por ejemplo, a que siempre haya dos fachadas accesibles a los servicios de emergencia o reforzando los criterios de acceso a las escaleras de evacuación", explica Joan Pedreny, jefe de Bomberos de la ciudad. "En Barcelona, las alturas no son muy relevantes y no se plantean grandes problemas, aunque hay un especial control tanto en la fase de proyecto como después en las inspecciones".
En algunos de los foros de Internet (como skyscrapercity.com, con apartados específicos para Barcelona), hay muchos amantes de los rascacielos que lamentan que la ciudad no haya hecho una apuesta más osada. Y también algunos arquitectos reconocidos consideran que quizá en algunos casos se ha sido un poco rígido. El mismo Massip reconoce que le habría ido bien poder tener "al menos dos metros más para ganar un poco en cada piso" ya que ello habría facilitado mucho las instalaciones. "Pienso que algunas torres, como el Hotel Me de Perrault tienen la altura correcta, pero la Torre Agbar queda baja y podría tener perfectamente unos 200 metros", explica Carles Ferrater. "Más que la altura, de una torre lo que importa es la esbeltez. Por eso una de las que más gustan de Barcelona es la Torre del Banco Atlántico [hoy Sabadell] que hizo Francesc Mitjans en 1969; su esbeltez hace que parezca más alta de lo que es [83 metros]", añade el autor de la Torre Imagina, una de las más interesantes de la Diagonal, que solo llega a los 75 metros.

A finales de los años noventa, Urbanismo del Ayuntamiento, por entonces en manos de Josep Acebillo, definió la ordenación, las alturas y las relaciones volumétricas entre los diversos edificios que tenían que colonizar el principio de la Diagonal. Ahora ya se empiezan a ver los resultados de aquella apuesta y para el actual arquitecto jefe municipal, Oriol Clos, "la valoración es bastante positiva" en términos generales. "Este juego de volúmenes entre los edificios, con un ritmo casi musical, ha ayudado a dar envergadura y valor añadido a esta zona de la Diagonal. De hecho, estoy bastante satisfecho con el conjunto aunque después, torre a torre, se podría matizar ya que también es importante cómo los edificios tocan el suelo y se relacionan con el espacio público. Aquí valoraría mucho la solución de Massip para la Torre Telefónica, pero es más discutible el caso del Hotel Me i de la misma Torre Agbar".

Clos asegura que en ningún caso se prevé replantear el tema de las alturas para el futuro y como mucho se llegará a los 150 metros. "Es verdad que la percepción ha variado y que igual que Londres ha hecho la apuesta, también la podría hacer Barcelona, pero pienso que esta medida es bastante adecuada a nuestra ciudad siempre que sea en zonas concretas y sin ir poniendo torres por todos lados". Otra cosa, reconoce, sería la estrategia metropolitana donde quién sabe si en el futuro alguien planteará rascacielos más osados.
El caso es que con el otro gran núcleo de rascacielos, la plaza de Europa, ya en el término municipal de L'Hospitalet, las alturas también son discretas y no superan los 115 metros. "El límite lo da la proximidad al aeropuerto", explican fuentes del Consorcio para la Reforma de la Gran Vía. Allí, de la treintena de edificios previstos, los cinco de más de cien metros ya están acabados o en fase final de construcción. El más espectacular es la torre roja del Hotel Porta Fira, que diseñó Toyo Ito con la colaboración de Fermín Vázquez de B720, pero también puede resultar interesante cuando esté acabado el Hotel Catalonia, que han diseñado Jean Nouvel y Ribas & Ribas, ya que tiene una fachada prefabricada de hormigón con ventanas en forma de hojas de palmera que se recubrirá de vidrio serigrafiado para mostrar un curioso juego de luz y sombras.
"Posiblemente sí que hemos sido demasiado prudentes y en algunos casos se podría haber construido con más altura", asegura Josep Ribas, que recuerda que su padre fue pionero con el Edificio Colón, en las Drassanes (Atarazanas), el emblemático edificio brutalista de los años 70 que con 110 metros fue el rascacielos más alto de la ciudad hasta las torres olímpicas.
Fermín Vázquez, que también colaboró con Nouvel en la Torre Agbar, reconoce que podría haber sido un poco más alta, "pero nos tuvimos que adecuar al planteamiento y a la edificabilidad del solar. Seguramente, el edificio habría sido mucho más eficiente si fuese no solo más alto sino también más grande en general". A pesar de la "timidez" de la ordenación, al fin y al cabo Vázquez considera que "el equilibrio de la ciudad en general es razonable". "Cualquiera que haya viajado un poco por Asia verá que lo de Barcelona no son rascacielos, sino edificios muy modestos, y en este sentido la ciudad está siendo conservadora. Tal vez, algunas piezas quizá sí que podrían haber sido más altas y, sobre todo, posiblemente podría haber más concentración en algunas zonas porque las torres están dispersas y ordenadas de manera lineal cuando normalmente los edificios altos funcionan mejor juntos. Pero no me parece mal lo que se ha hecho y lo único que echo en falta es más debate público sobre el tema".

En general, todo sea dicho, la opinión pública suele ser más bien conservadora y poco amante de las torres, aunque sean pequeñas. Sin entrar en la polémica del Hotel Vela de Ricardo Bofill que, aunque le hicieron rebajar la altura de los 178 metros originales a los 99 actuales, todavía hoy recibe muchas críticas de los vecinos, los rascacielos no tienen muy buena fama. Es una contradicción porque, por una parte, resultan atractivos como emblema y marca de la ciudad, que realmente tiene como hitos más altos la Torre de Collserola (289 metros) y las torres de la Térmica del Besòs (200 metros). Pero molesta que los edificios altos rompan la perspectiva acostumbrada de las calles, se los relaciona con la especulación y también como representación "fálica" del poder, generalmente económica ya que suelen ser o bien hoteles de lujo o sedes corporativas. Sin embargo, cada vez hay más gente que los reivindica porque, bien hechos, son más sostenibles ya que ocupan menos territorio. Ferrater cita el caso de Benidorm, que ha pasado a convertirse en un modelo frente a la dispersión de la urbanización de la costa. Y para Ramón Prat, editor y director del Disseny Hub, está claro que, en una ciudad tan densa como Barcelona, las torres pueden ser una solución para el crecimiento futuro. "Aquí se ha hecho de manera tímida con edificios de una altura media y pienso que aún se pueden asumir algunas torres más en algunas zonas. Pero vala la pena preguntarse ¿para qué? Todo depende de si hay necesidad o no porque lo que está claro es que ahora mismo lo que hay son miles de metros cuadrados vacíos en la ciudad. ¿Qué uso tendrían?".

El País