lunes, 13 de septiembre de 2010

Entrevista a Ana Tostoes, directora de DOCOMOMO Internacional

Desde el pasado mes de mayo, la sede internacional de DOCOMOMO se encuentra establecida en la Fundación Mies van der Rohe de Barcelona, bajo la dirección de la arquitecta e historiadora portuguesa Ana Tostoes. Previamente, fueron Eindhoven y París las capitales que acogieron la sede de esta organización, fundada en 1988 por Hubert-Jan Henket y Wessel de Jonge, con objeto de preservar el legado de la arquitectura del Movimiento Moderno y que actualmente cuenta con capítulos en cincuenta y tres países.
Las tareas de la organización se centran en la documentación y conservación del patrimonio arquitectónico moderno (abarcando edificios, urbanismo y paisajismo) entendiendo que la recopilación y estudio de la documentación resulta indispensable para poder plantear las intervenciones que garanticen una correcta conservación de este legado, que posee una doble vertiente: material e ideológica, no sólo desde una intención de protección de su valor histórico sino sobre todo de exponer su vigencia presente.
“Surgida dentro del universo de la sociedad industrial, la arquitectura del Movimiento Moderno aunó la posibilidad de crear una belleza y una visión de sociedad a partir de ideas constructivas absolutamente innovadoras y el uso de nuevos materiales. Su génesis fue esencialmente europea pero adquirió alcance mundial, con manifestaciones concretas en las ciudades más industrializadas y expresiones regionales muy concretas, producto de las condiciones físicas y culturales de cada lugar. El periodo moderno está adquiriendo hoy la categoría de monumento, pero no entendido como un monumento fosilizado sino como un elemento donde la comunidad se reconoce y se identifica y que, por lo tanto, no puede ser destruido” explica Tostoes.
¿Cuáles son las directrices de trabajo que se han marcado para esta nueva etapa?
Por un lado, efectuar un balance de las dos décadas de actividad de la organización, de la que ya comienzan a constatarse resultados positivos; reforzar la relación de DOCOMOMO con arquitectos, constructores, etc. para insistir en la realización de inventarios, rehabilitaciones… Y, por otro lado, profundizar en el conocimiento de la arquitectura moderna africana. La Península Ibérica tiene una localización óptima para llevar a cabo el estudio de este patrimonio del que apenas existen estudios. Igualmente, lo es para la relación con las delegaciones de América Latina, que son particularmente activas. La concreta ubicación en Barcelona es asimismo perfecta para la conexión con la zona mediterránea. Todo esto sin descuidar, evidentemente, las relaciones con los capítulos internacionales.
Lejos de ser arqueólogos de la modernidad, en la propia actividad de DOCOMOMO parece subyacer una neta reivindicación del espíritu de ésta.
Manfredo Tafuri hablaba de un tipo de investigación operativa, y ésa es la actitud que busca aplicar DOCOMOMO, que surgió frente a la eclosión de manifestaciones posmodernas que trataban de distanciarse de la herencia moderna. En las generaciones contemporáneas más jóvenes se detecta un gran interés por la arquitectura del movimiento moderno, puesto que es una arquitectura de pasado pero que representa el presente y que puede ser futuro, y que ha sido muy decisivo para la consolidación y difusión de DOCOMOMO. Se aprende a ser nuevo con el buen moderno. Estoy convencida de que nos encontramos aún en un momento de modernidad: Octavio Paz apuntaba que la modernidad es algo que se encuentra en permanente transformación y creo que la arquitectura se encuentra ahora mismo en esa situación.
Es imposible disociar la dimensión de innovación constructiva y estilística que planteó la modernidad de su dimensión de renovación ideológica, de un nuevo ideal social y humano.
El estudio de la documentación que lleva a cabo DOCOMOMO va más allá de lo relativo a materiales sobre la génesis y al proceso constructivo de cada edificio –recursos indispensables para plantear su conservación-, dada la marcada dimensión política de este movimiento, en el que cada edificio, más allá de constituir una propuesta de estilo, imbuía unos conceptos acerca de la construcción de una nueva sociedad más igualitaria.
Esto se contrapone claramente con la crítica situación de fastos formales pero vacío ideológico que distingue al momento actual.
La arquitectura moderna acabó fascinando a poderes políticos y económicos y sus principales figuras fueron reclamadas por todo el mundo para construir pero de una manera que no es análoga al del star-system actual – dentro del cual creo que sí hay verdaderos buenos arquitectos, en la obra de algunos de los cuales la modernidad ha persistido de forma excelente, aunque la sociedad no se haya vuelto enteramente justa. Aquellas figuras modernas siempre fueron responsables con su compromiso de responder con belleza a la realidad concreta de donde construían. Eran individuos que generaban ideas y opinión sobre el desarrollo de la sociedad, trabajaron desde el ideal de producir un nuevo mundo mejor, un concepto que se ha perdido en el discurso contemporáneo.
Hoy la arquitectura cede al encargo, a los intereses de los lobbies, lo que hace que las preocupaciones de los arquitectos sean muy distintas a las que tenía el arquitecto moderno y no se está produciendo tanta opinión. Por esta razón, el trabajo de DOCOMOMO tiene esencialmente sentido no como ocupación sobre el pasado sino como continuidad del concepto de modernidad.

Publicado en el suplemento cultural de ABC, Madrid - Número 961