miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fàbrica Moritz, un escondite para la cultura, el diseño y la gastronomía en Barcelona



Que Moritz es la cerveza de Barcelona ya lo sabíamos. La marca lo lleva diciendo bien alto desde que volvió a la ciudad, en 2004. Por eso, cuando se ha planteado lanzar una propuesta transgresora, creíble, empática y honesta, en vez de abrazarse a lo que suelen hacer sus competidores: vincularse al fútbol o a la música, ha optado por regalar un nuevo espacio a Barcelona, un moderno concepto artístico, cultural y gastronómico en un lugar histórico y entrañable.

Dice su director, Albert Castellón, que era importante conservar el bagaje de una marca con siglo y medio de experiencia e historia, pero a la vez convertirse en un referente de vanguardia en su ciudad. “Había que encontrar el equilibrio perfecto entre la tradición de un excelente linaje cervecero autóctono y la apuesta por un moderno proyecto gastronómico, artístico y cultural”.

Ese mismo punto de encuentro entre pasado y futuro es el que llevó a la compañía a recuperar otro lugar emblemático de la ciudad, el histórico bar Velódromo. “Porque era todo un símbolo de la urbe condenado al derribo”. Y por eso lo ha vuelto a hacer ahora con la Fábrica Moritz, “una verdadera factoría en funcionamiento desde 1864 donde se combina lo retro y lo histórico con el high tech, la vanguardia y la cultura de la ciudad”, dice Castellón.

El arquitecto, Jean Nouvel, premio Pritzker 2008 y creador de edificios como la Torre Agbar de Barcelona, la Fundación Cartier de París o el Louvre de Abu Dhabi, ha sido el encargado de remodelar este viejo-nuevo espacio. Su objetivo era claro: reconvertir el añejo edificio en un rincón de vanguardia sin perder su aroma a historia y malta. El arquitecto define este espacio como “un sitio de encuentro para todos los ciudadanos y una microuniverso uniforme con espacios muy diferentes pero que se comunican”.

La Fàbrica Mortiz, ubicada en un elegante edificio del 39 de la Ronda Sant Antoni, se divide en tres plantas. El plato fuerte de la planta baja es, claro, la Cervecería. Ladrillo visto, tanques antiguos, un jardín vertical y la barra de estaño más larga de Barcelona: 26 metros. Dentro, una microcervecería te permite ver como se elabora la cerveza, la misma que luego te vas a tomar.

En el ala izquierda está la M-Store. Su objetivo es dar a los amantes de la cerveza un establecimiento para ellos, una tienda de autor. Un lugar donde encontrar lo más interesante en torno al mundo del cereal fermentado y el diseño. El primer producto a la venta en esta tienda será una Brompton, la mítica bicicleta urbana de origen londinense. Ahora será una Brompton by Moritz, apadrinada, además, bajo un mismo paraguas conceptual: el Urban Picnic BCN. Dos pantallas gigantes mostrarán qué se cuece dentro.

Además, este establecimiento ofrece lectura, pan y cerveza, todo con un toque especial. El quiosco ofrece revistas de cultura, diseño, arte o gastronomía, publicaciones que difícilmente podrás encontrar en el establecimiento de al lado de casa. En colaboración con la empresa panificadora gastronómica Triticum, ofrecerá pan cocido en su propio horno, algunas variedades elaboradas con cerveza en lugar de agua. Además, una embotelladora te permite acudir con un recipiente para llenarlo hasta los topes de cerveza Moritz fresca y sin pasteurizar.

También hay sitio para vino en la casa de Moritz. Su nombre es Moritz Bar à Vins y está imbuido de la innovación característica de Moritz. Los que se adentren en el Bar à Vins podrán escoger entre tres formas para disfrutar de su vino: al peso, en copa y en botella.

La Fábrica Moritz Barcelona tiene la intención de convertirse en una referencia gastronómica en Barcelona. El responsable de conseguirlo será el chef catalán Jordi Vilà, que se pone a los fogones de los cuatro espacios gastronómicos de este espacio. Cuatro propuestas gastronómicas y un solo patrón en común: “ofrecer productos de alta calidad preparados sin artificios y buscando la pureza de la receta”, afirma Vilà, que ha creado 28 secciones diferentes en los menús “para que todo el mundo encuentre la excusa para volver cada día”.

Además de la cervecería y la vinacoteca, antes mencionadas, el restaurante “seguirá el concepto de una brasserie francesa”, explica el creador. En una oda culinaria al origen de los Moritz, el cocinero se ha propuesto crear un híbrido francés-catalán. Un servicio de catering completa, por el momento la oferta gastronómica del local.

Sala39 es un espacio funcional, polivalente y multimedia en forma de plató, dotado de las capacidades audiovisuales necesarias para cualquier evento. Un escenario en el que cabe el cine, la arquitectura y el diseño. También la música y las artes, la gastronomía y todo lo relativo al mundo emprendedor.

En una segunda fase, la Fàbrica Moritz albergará un museo, un aula gastronómica, un atelier gastronómico o restaurante premium y un lugar de encuentro para emprendedores, denominado Moritz Think Tank.


Juanjo Moreno, Yorokobu y Ling.