miércoles, 6 de octubre de 2010

Foster, la película

Geometría y poesía se funden en su obra, reunida en un filme de tono hagiográfico

El cine se ha ocupado a menudo de los pintores, revisando su aventura vital con relativa libertad. Huston nos acercó a Toulouse-Lautrec, Minnelli a Van Gogh y, recientemente, Saura a Goya y Ed Harris a Pollock, por citar unos ejemplos. Los mejores arquitectos han tenido también su presencia en la gran pantalla. Pero han dado pie a más documentales que dramatizaciones. En ellos, el homenajeado suele aparecer en persona y glosar su vida y obra. Ese fue el enfoque de Sydney Pollack en Sketches of Frank Gehry (2005), donde nos revelaba el singular método proyectual del californiano: sentado ante una masa de porexpán, iba dando órdenes a un asistente para que cortara aquí y añadiera allá, en pos de la forma deseada.
Ahora le llega el turno a lord Foster, cuya labor y persona vertebran How much does your building weigh, Mr. Foster?, filme producido por su esposa, Elena Ochoa. Pese a este último detalle, no estamos hablando de cine familiar, sino de una producción potente (que se estrenará el 8 de octubre) escrita por Deyan Sudjic, director del Design Museum de Londres. "Todo me inspira, a veces veo cosas que los demás no ven", nos dice el arquitecto nada más empezar el filme, en afirmación un tanto inquietante. Pero la película adquiere pronto su velocidad de crucero, mediante una sucesión de vistas de las construcciones de Foster, primorosamente filmadas y montadas, entreveradas con las palabras del maestro, de colaboradores, de artistas y -¡ay!- de celebridades metomentodo como Bono.

Un cursi diría que en este discurso visual - sobre todo en la presentación de los edificios-se funden la geometría y la poesía. Y tendría razón. Un espíritu crítico diría que la película incursiona en el terreno de la hagiografía. Y también la tendría.

Si Sketches… hacía particular énfasis en el método de trabajo de Gehry, además de en su obra, How much… hace hincapié (además de en el aeropuerto de Pekín, el Reichstag de Berlín o la torre Hearst de Nueva York) en el inquebrantable carácter de Foster. El retrato resultante es el de un tipo guiado por la ética del trabajo y el talento arquitectónico. También por la ambición y la tenacidad. Las imágenes de un Foster setentón, corriendo un maratón de esquí de fondo tras superar un cáncer (en cuyo primer diagnóstico le dieron tres meses de vida), son en este sentido muy elocuentes. Y, para quienes no pillen su simbolismo, ahí está él mismo diciéndonos que "siempre puedes ir más lejos; si no lo haces, es que no sabes de qué va la vida".

Cierto que lord Foster no puede compararse con un galán cinematográfico a lo George Clooney, por más que vestido de esquí conserve envidiable silueta. Pero puestos a elegir, considerando que los arquitectos son hoy estrellas y que la última película del bello Clooney - El americano-es un tostón plagado de tópicos, lord Foster bien merece nuestra atención. Y su arquitectura, con mayor motivo.

La Vanguardia

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