La exigencia de sostenibilidad, en última instancia la exigencia de mantener y mejorar la capacidad productiva del medio, supone considerar los impactos ambientales que genera la satisfacción de las necesidades sociales. La consecución de la habitabilidad, de la satisfacción de las necesidades de cobijo de la sociedad y –en primer lugar- de la vivienda, supone la utilización de muy diverso tipo de recursos (materiales de construcción, energía, agua) que, finalmente genera impactos ambientales locales y globales –como el cambio climático- muy considerables.
Una arquitectura –y una ciudad- sostenible va a ser
aquella que ofrezca la habitabilidad socialmente necesaria usando
recursos cuya disposición y uso no genere destrucción del medio local,
ni amenace los sistemas globales que nos hacen el planeta habitable.
Para ello es preciso diseñarla atendiendo a su metabolismo, a los flujos
materiales que usamos para construir y mantener la habitabilidad que
procura, y eso implica una nueva responsabilidad que debe estar
integrada en la formación de los arquitectos.
De esos flujos materiales que moviliza la consecución de
la habitabilidad, el flujo cuantitativamente más importante, con mayor
capacidad conformadora, y uno de los que mayor incidencia va a tener en
el medio local, es el agua. El agua es el más inmediato vector de
conexión de la sociedad con su territorio, y su modelo actual de gestión
en el medio urbano moderno se encuentra en una crisis que se agrava día
a día: el agua se extrae cada vez más de lugares más lejanos y
profundos, generando mayores impactos en el medio para captarla y
precisando el uso de mayores cantidades energía para movilizarla; el
aumento de la exigencia en el nivel de depuración de las aguas servidas
para garantizar la calidad del medio receptor requiere procesos de
tratamiento cada vez más complejos y costosos que, finalmente, ponen en
duda la eficiencia de usar el agua como vector de movilización de la
materia orgánica residual doméstica y de otros residuos industriales; el
crecimiento de las ciudades supone la impermeabilización cada vez mayor
de los suelos, aumentando la velocidad y cuantía de la escorrentía del
agua de lluvia y generando problemas de drenaje que superan una y otra
vez las infraestructuras previstas para gestionarla.
La forma urbana de la ciudad tradicional ha estado siempre
muy determinada por el agua. Más allá de la excepcionalidad de la
gestión hídrica en ciudades lagunares como Tenochtitlán o Venecia, o en
oasis como Petra o San Pedro de Atacama, la captación y distribución del
agua de boca y la gestión del agua de escorrentía de la lluvia,
evitando sus peligros y gestionándola para su aprovechamiento, han sido
elementos clave en la conformación de las ciudades y en su conexión con
el territorio circundante, lecciones que hoy debemos aprender para ser
capaces de satisfacer las necesidades de la vida actual manteniendo la
calidad del medio.
Una lección que debe aprenderse considerando el agua, la
gestión hídrica de los asentamientos, como un precioso recurso para
abordar la transformación sostenibilista de nuestras ciudades y para
procurar una arquitectura consciente y responsable de su relación con el
medio.
ENVÍO DEL PROYECTO
El envío se realizará antes del 13 de abril de 2012.
Toda la documentación del proyecto a presentar se remitirán en un único
archivo pdf. con un tamaño máximo de 10 MG. La remisión de la
información se realizará a través de la web de la BIAU (www.bienaliberoamericana.org) rellenando el formulario de datos correspondiente.
PREMIOS
El/los autor/es del proyecto mejor clasificado por el
jurado y su profesor/a serán invitados a Cádiz, para participar en la
VIII BIAU y para exponer allí su trabajo.
Se otorgarán tres menciones.
Todos los proyectos seleccionados serán publicados y mostrados en el Catálogo y Exposición del evento.