Expertos en patrimonio analizan el impacto del que será
el edificio más alto de Andalucía en los monumentos protegidos por la
organización
La Unesco examina si un rascacielos en Sevilla afecta a su declaración como Patrimonio de la Humanidad
Sevilla podría convertirse en el tercer enclave del mundo en perder la distinción de Patrimonio de la Humanidad.
Todo por un
rascacielos. La Unesco examinará si la construcción de la torre Cajasol
de 178 metros en la isla de la Cartuja podría causar impacto negativo a
los lugares de la capital andaluza declarados Patrimonio de la
Humanidad: la Catedral, incluida la Giralda, el Alcázar y el Archivo de
Indias. Dos expertos en patrimonio histórico de la Unesco han visitado
esta semana Sevilla para oír a las autoridades y a los defensores y
detractores de la torre Pelli, denominada así por el apellido del
arquitecto que la diseñó, el argentino César Pelli. En unas semanas
informarán de su conclusión: si afecta y en qué medida o no a la zona
protegida.
Pero hasta junio del próximo año el Comité Mundial de Patrimonio de la Unesco no se pronunciará -a razón de este informe y otro del Estado español-, si incluir a Sevilla o no en la lista de patrimonio en peligro, antesala del expediente de expulsión. Demasiado tarde para las asociaciones que desde hace tres años claman contra la construcción del rascacielos con nombres tan ilustrativos como 'Túmbala', en contraposición a 'Sevilla se mueve', lema de los que la defienden en Twitter.
En el fragor de la polémica, pero sorda a esta, la torre se construye a gran ritmo. Ya hay levantadas diez de sus 40 plantas (otras tres subterráneas). Con un presupuesto de 353 millones de euros, está previsto que finalice en 2013. El que será el primer rascacielos de Sevilla y el edificio más alto de Andalucía, está destinado a albergar oficinas, entre ellas las de la entidad promotora, Cajasol, ahora en Banca Cívica.
Detractores y defensores
El rascacielos se levanta a 1,6 kilómetros de los lugares
Patrimonio de la Humanidad. Es cierto que desde estos no se ve el
edificio. La propia Unesco lo reconoce en su informe del pasado año en
Basilea (Brasil), pero también advirtió del impacto negativo en el
paisaje histórico de la ciudad. Por ello pidió al Gobierno español más
informes y recomendó que no se realizaran las obras hasta que no se
pronunciara.
Para los detractores, que tienen recurrido al TSJA el proyecto, la mole de hormigón y vidrio es una «agresión visual» contra el paisaje más relevante de Sevilla: la Torre del Oro, el puente de Triana y el puerto de Indias, todo al borde del río Guadalquivir, además del monasterio Santa María de las Cuevas, simbólico en el descubrimiento de América. Son algunas de las razones que esgrime el manifiesto firmado por más de 500 profesionales e intelectuales, entre ellos Juan Goytisolo. El arquitecto Ventura Galera, de la plataforma 'Túmbala', advierte de que el rascacielos «hipotecará la ampliación de la declaración Patrimonio de la Humanidad a estos enclaves en el futuro».
Pero sobre todo, lo que los detractores no perdonan es que la torre Pelli se atreva a mirar por encima del hombro y en sus narices a la Giralda, el monumento hispano musulmán coronado con un campanario manierista más emblemático de Sevilla. Sus hasta ahora gigantescos 98 metros se quedarán enanos ante los 178 del rascacielos.
Atreverse a ello pareció el 'leiv motiv' de los
impulsores del edificio, proyecto apadrinado por el anterior gobierno
socialista del Ayuntamiento con el beneplácito de la Junta de Andalucía,
que hoy en día no podría permitirlo según su propia Ley de Patrimonio
Histórico. «No hay ninguna norma que diga que no se puede construir más
alto que la Giralda», señala el arquitecto Rafael Aguilar.
Este arquitecto confiesa que el proyecto de la torre Pelli «no es bueno, no aporta nada» y considera que su colega argentino no era el idóneo para intervenir en ciudades monumentales si se quería introducir elementos nuevos a la trama urbana como los que para la Expo 92 supusieron los edificios de la misma isla de la Cartuja. Pero dicho esto, no es partidario de tumbar la obra. «No quiero otra ciudad mutilada, otro muñón como el de la biblioteca», dice en referencia al proyecto de la iraquí Zaha Hadid para la Universidad de Sevilla y que el Tribunal Supremo ha paralizado por destruir zona verde.
Este antecedente y las indemnizaciones que deberá pagar la Universidad pesan sobre el actual gobierno municipal. El alcalde, Juan Ignacio Zoido (PP), que antes de serlo se manifestó en contra, ahora admite que cumple los requisitos legales, pero tampoco quiere pasar a la historia como el edil bajo el que Sevilla perdió su distinción de Patrimonio de la Humanidad. Por ello, urgió a los expertos de la Unesco, José Aguiar y Elvira Petroncelli, a una resolución pronta. «Si tengo que elegir, me quedaré con la declaración Patrimonio de la Humanidad», ha reiterado.
Y es que sobre sobre Sevilla pesan otros antecedentes. La ciudad alemana de Dresde, en el valle del Elba, fue expulsada en 2009 de la lista Patrimonio de la Humanidad al optar por construir un puente de cuatro carriles sobre su famoso río en las puertas mismas de su casco histórico. Antes, un enclave natural situado en Omán, el santuario del órix árabe, una especie rara de antílope en vías de extinción, también perdió su distinción. Las autoridades del emirato árabe redujeron la delimitación de la zona protegida para facilitar prospecciones petrolíferas. Ahora es Sevilla la que está en el punto de mira.
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