Sus paisanos prestaron poca atención a los montones de ladrillos rotos y al hombrecillo montando las piezas de su sueño. No era más que “el loco de la iglesia,” el Don Quijote del pueblo que pretendía revivir la época de la caballería andante. Justo anhelaba resucitar los ideales de los Santos y Mártires. Don Quijote carga contra los molinos y Don Justo erige una catedral.
Casi cincuenta años después, la estructura de la catedral está terminada, abarcando un espacio de 20x50 metros. Unos 8,000m2 están construidos o a punto de terminar. Incluyen un complejo de claustros, oficinas, habitaciones para vivienda y una biblioteca. Hay una cúpula con San Pedro en el Vaticano como modelo, que se eleva 40 metros y tiene 12 metros de diámetro.
El desordenado montón de ladrillos se ha convertido en uno de los logros más impresionantes y desconcertantes de nuestro tiempo.
Justo tiene hoy 84 años y sólo dos tercios de la catedral están construidos. El milagro de su empresa sólo tiene parangón con el milagro que necesita para concluirla. Todos coinciden en que lo que la mantiene en pie es la fe.
by CámaraEnMano