Interesante artículo del CWLab, laboratorio de arquitectura emergente de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Granada
En marzo de 2011, se ha celebrado en Granada el Primer Congreso Nacional sobre el Futuro del Arquitecto ( >> ). Con el objetivo de “generar un foro de debate acerca del futuro tan incierto de nuestra profesión”, se reunieron asociaciones, estudiantes y profesionales. El evento, con el hashtag #congresofuturoarq11, se pudo seguir en directo vía Twitter. Ahora, en el blog oficial se publican las conclusiones redactadas por la comisión organizadora. Ellas son el origen de esta reflexión y entrada.
La utilidad de este tipo de eventos es innegable como plataforma de reflexión. Son dinamizadores del imprescindible debate profesional. En este caso, los temas tratados alcanzan un amplio espectro. Atañen a la formación universitaria y la titulación, a la organización colegial, a la situación laboral asalariada y libre y a la figura y papel del arquitecto dentro de la sociedad.
Las conclusiones resumidas son de esta índole:
→ Título de ciclo único denominado arquitecto, integrado y habilitante. Formación generalista con una docencia ligada a la actividad profesional.
→ Mejora de la estructura de los Colegios Profesionales para asegurar la representatividad de todo el colectivo.
→ En el orden laboral, denuncian la precariedad y “las situaciones de abuso que sufren muchos arquitectos por parte de nuestros propios compañeros”.
→ Para asegurar la calidad del ejercicio profesional proponen el restablecimiento de los honorarios mínimos, que eviten “trabajar por debajo del costo real del proyecto“.
→ Igualdad de oportunidades de todos arquitectos en los concursos profesionales. Refiriéndose en particular a los más jóvenes.
→ Reivindicar la dimensión cultural , social y ética de la actividad contraponiéndola a su componente económica como agente del mercado. “La Arquitectura no es un negocio, el arquitecto no está formado para comerciar, no es un mercader, no tiene “moral de mercado”, sino una estricta ética profesional”.
El debate va tomando forma en la blogosfera. En distintos blog se escribe y reflexiona acerca del mismo tema. En Viaconstrucción, Stepien y Barnó ( >> ) reflexionan sobre el estado de la profesión. por que ” de vez en cuando, no viene mal tocar tierra, ver como está el percal y ponerlo encima de la mesa” para concluir con un pesimista mensaje: “así creemos que está el patio. Mal, muy mal. No somos nada positivos, lo sabemos. Ni tenemos la varita mágica para que esto cambie, también lo sabemos”.
En Ciudad Viva, Sarah Fdez. Deutsch y Juan López Aranguren ( >> ) , partiendo de la encuesta laboral realizada por el Sindicato de Arquitectos ( >> ) donde ” lo peor no son las cifras, lo mas inquietante es la situación de desconcierto, miedo e impotencia en la que se encuentran sumergidos tanto los profesionales de larga experiencia como los recién llegados”, profundizan en la educación universitaria y reivindican una formación responsable en que los estudiantes aprendan a convivir con un escenario profesional cambiante y capaces de generar pensamiento crítico. No son los conocimientos lo que se critica, sino la manera irresponsable y poco útil de transmitirlos y compartirlos. “Si no se fomenta y se alienta la toma de decisiones, si no se ayuda a los alumnos desde el principio a bucear en sus deseos y a llevarlos a cabo desde la responsabilidad es imposible que luego tomen un papel activo en la vida profesional. La universidad ha de preservar un espacio para el desarrollo personal donde las inquietudes puedan tomar forma, no solo desde la permisividad sino desde la implicación, la supervisión y el apoyo”. CWLab está comprometido con la causa. Convertir a los alumnos (discípulos, respecto de su maestro) en estudiantes (personas que estudian) responsables, emancipados y autónomos es una meta urgente a alcanzar.
“La figura del arquitecto está muy estereotipada, todavía se piensa en el personaje de El manantial [película de 1949 protagonizada por Gary Cooper], ese idealista y obsesionado por sus capacidades artísticas. Y en la realidad, somos gente muy variopinta” (Q!Estudio) ( >> )
A la vista queda la zozobra que embarga al colectivo y la larga marcha que ha de emprender para su supervivencia. No es creíble que en la partida pueda mantenerse concepciones del arquitecto devenidas de su especial y exquisita práctica profesional ante la barbarie externa. Posicionamientos “egocéntricos” de los que siguen creyendo, fomentado y divulgando su singularidad y su manifiesta exclusividad cultural y ética. Los arquitectos por profesión y sin diferencias, como clase, son cultos y éticos. Es un mensaje recurrente “de un gremio que fue oportunista y que ahora no dispone de alternativas” que muchos no comparten y nadie entiende, ni cree. Y del que no se atisban réditos pasados o beneficios futuros.
“Ser arquitecto y/o tener un estudio de arquitectura debería ser sinónimo de haber tenido un mínimo sentido empresarial. Pero no, el arquitecto es arquitecto, y no se rebaja a ser como el común de los mortales.” (Stepien y Barnó ( >> )
Los arquitectos, desde hace tiempo, están inmersos en un proceso externo de transformación y asimilación que los empuja irremisiblemente a ajustar los procedimientos de sus servicios a las leyes de libre precio y concurrencia en que se basa la actividad económica. Entender al arquitecto como personaje impoluto que debe ser preservado y aislado de los mecanismo del mercado, evitando su contaminación y, a toda costa, que se convierta en “agente al servicio del mercado y la economía”, es empequeñecedor y conducirá a la permanente frustración. No es conveniente quedar inmovilizados persiguiendo imposibles anacronismos, mientras otros con preparación más corta y menos ajustada se asientan en los puestos, trabajos y actividades donde los arquitectos no compiten en mor de su exclusividad cultural y ética. La profesión debe de actualizar sus fundamentos, homogeneizarse y empatizar con la conductas sociales y, por ende, encontrar sus nichos de oportunidad y expandir su ámbito de actividad. Defender privilegios a la larga no beneficia a nadie.
El arquitecto debe dejar los sueños de un mundo perfecto y comenzar a rentabilizar su formación generalista y exclusiva. Su preparación le permite pensar y expresarse gráficamente, a la vez que, por ejemplo, entender el complejo funcionamiento íntimo de las estructuras sometidas a múltiples solicitaciones, a la vez que aportar ajustadas soluciones técnicas para la estanqueidad, iluminación o ventilación, por decir algunos aspectos. Están preparados para proyectar soluciones únicas y ajustadas a los problemas -únicos- que se plantean, a la vez que comprender, integrar, programar y controlar cada una de las partes que intervienen en el proceso de su construcción. Conveniemos que de forma general y abstracta, los arquitectos están capacitados para resolver problemas espaciales complejos y, además, determinar, coordinar y dirigir su construcción física. Su fundamento es su capacidad de discernir y proponer desde una visión poliédrica, holística e integrada. Sus herramientas de acción son el conocimiento, la creatividad y la disciplina del proyecto. Construye artefactos colaborativamente, desencadenando y coordinando los procesos que para el fin concreto hayan de incluirse. Este es el valor añadido de esta titulación.
La narración gráfica como lenguaje y herramienta de trabajo, su capacidad propositiva, su método experimental y creativo capaz de aunar acciones y voluntades, el uso del prototipo como herramienta discursiva y el proyecto como elemento integrador de lo diverso, sus sólidos conocimientos de los rudimentos técnicos y de la tecnología, su mirada amplia e integrada y su basto entendimiento de la producción de los hitos culturales a través de la historia son los aspectos diferenciales de esta formación.
“Yo creo que sí hacemos arquitectura, porque tiene que ver con los mismos músculos, ejercitas los mismos mecanismos.” (Enrique Encabo) ( >> )
Con este bagaje, quizás el esfuerzo deba ir en otra dirección. En vez de acotar y aislar al colectivo en un club exquisito -como se ve- de relevancia cero, el camino sea abrirse a la sociedad, bajar a la arena desde el, ya poco, confortable pedestal. Buscar e inventar nuevas actividades para nuestras competencias, generar estructuras empresariales sólidas o nuevas estructuras en red competitivas, ampliar el ámbito de la arquitectura( >> ), introducir nuestros métodos en la construcción social de un mundo de mayor calidad.
Los arquitectos poseen un caudal de formación sugestiva y abierta, apta para cualquier implementación. Las nuevas generaciones de arquitectos han de mirar hacia otros lados y urgentemente preguntarse ¿Por qué los arquitectos solo construyen edificios? Ya no hay proyectos para todos ellos, pero si que hay lugar para todos sus proyectos. Es urgente colonizar y prodigarse en otras prácticas y en otras sectores de actividad que recibirán con interés nuestra formación tendente a la formulación, definición, coordinación y ejecución de proyectos complejos. Los arquitectos, para salir del atolladero habrán de proponer otras maneras de construir y construir otras cosas.
“Una arquitectura que favorezca la ciudad expandida y las prácticas ciudadanas emergentes necesita abandonar en buena medida su disciplinariedad para convertirse en una práctica que combine en diferentes proporciones según el contexto, la observación y visualización espacial, el diseño urbano, la construcción, el diseño de sistemas de participación, y el diseño de plataformas para facilitar procesos emergentes desde la ciudadanía.”(Juan Freire)( >> )
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