«Este Centro se impone por su belleza y monumentalidad»
Este genio, a punto de cumplir 103 años, ha hablado con ABC de su proyecto más importante construido en Europa: un espacio cultural que lleva su nombre y se inaugura en Avilés el día 15
Nada detiene a este hombre, ni su avanzada edad ni sus dificultades para moverse en un cuerpo que no corresponde a su energía intelectual. La mesa de trabajo de Oscar Niemeyer está llena de proyectos, su cabeza guarda otros tantos y, a cada idea, responde con una de sus famosas curvas sobre el papel. «La obra de mi vida... tal vez sea aquella que mi mesa de trabajo aún está por recibir», dice este arquitecto brasileño que, al borde de cumplir los 103 años (el próximo día 15), se confiesa un admirador fascinado del mundo contemporáneo y de las tecnologías de la información. Entre esos proyectos por realizar está un superestadio, que nadie le ha encargado. Quién sabe si es una indirecta a las autoridades de su país, que, curiosamente, no le han hecho ningún encargo para el Mundial de Fútbol de Brasil en 2014.
La trayectoria de Niemeyer es extensa, con edificios monumentales repartidos por el mundo. Su obra más impresionante es Brasilia, una ciudad construida en medio de la nada, que fue diseñada entera por él y ejecutada en unos asombrosos tres años. Este genio de la arquitectura está dejando en España su obra más importante ya construida en Europa, un Centro Cultural que lleva su nombre, que será inaugurado el próximo día 15 en la ciudad asturiana de Avilés y que está llamado a convertirse en un polo de atracción mundial del pensamiento contemporáneo. Un lugar que promete ser tan inquieto como el propio Niemeyer.
—¿Cuál es su relación con España?
—Es una relación basada en el respeto y en la admiración, especialmente en la admiración de su extraordinario legado artístico y cultural. Más recientemente, ahondé en mis contactos con la gente de España, sobre todo con el grupo de profesionales, hoy todos amigos muy queridos, que se dedican al desarrollo y a la difusión de mi proyecto en Avilés, en Asturias.
—¿Cuál es su relación con la cultura española?
—Mi aprecio por la cultura española es intenso y muy antiguo. No en vano la revista «Nuestro Camino», que editamos mi esposa Vera y yo hace dos años, dedicará este mes una edición especial en homenaje a Federico García Lorca, uno de los mayores poetas y dramaturgos del siglo pasado, uno de los escritores modernistas españoles más influyentes del mundo.
—¿Por qué eligió España para este proyecto tan importante?
—¡Atención amigos míos!... De hecho, fue España quien me convocó. Me sentí muy honrado con esta invitación. Después de todo, el objetivo era diseñar un amplio centro cultural que pudiese constituir un punto de atracción en una región especial de España.
—¿Considera que el proyecto de Avilés tiene un lugar destacado en su obra?
—En primer lugar, es un trabajo mío, que concebí especialmente para un país que tiene un enorme peso cultural. En segundo lugar, este centro cultural marca un momento importante en mi trayectoria de arquitecto, en mi búsqueda incesante de una arquitectura diferente, más liviana, que busca la solución sorprendente en este juego de volúmenes y espacios libres. En tercer lugar, la obra representa para mí una oportunidad única de lograr un espacio dirigido a la integración y el diálogo entre diferentes modos de comunicación artística.
—¿Cómo ve la evolución de su obra desde sus primeros trazos en Brasilia hasta sus dibujos en Avilés? ¿Y cómo la ve a la vuelta de un nuevo siglo?
—Ha sido un caminar siempre motivado por la búsqueda de una arquitectura diferente, que no para de causar sorpresa, sin sacrificar la belleza.
—¿Cómo fue el seguimiento de su obra en Avilés desde la distancia, viviendo en Río de Janeiro? ¿Cómo evalúa la ejecución de su obra realizada por el equipo en España?
—Uno de mis principales colaboradores, el arquitecto Jair Valera, estuvo varias veces en Avilés, manteniéndome al tanto de los avances de la obra. Él mismo, en estos últimos meses, fue informado sobre los avances del trabajo a través de nuestros amigos españoles. Jair me dijo, con el más vivo entusiasmo, que todo se hizo con el máximo esmero e interés.
—¿Cuál es el sentido de su obra en Avilés? ¿Por qué eligió cuatro edificios y una plaza pública?
—El conjunto se impone por su pureza y monumentalidad. Es un ejemplo de cómo la arquitectura puede jugar un papel relevante en la vida social, llevándole la belleza al ciudadano común, provocando la emoción particular que sólo las auténticas obras de arte son capaces de despertar.
—¿De dónde viene su fascinación por las curvas en su arquitectura?
—Es evidente que las curvas me atraen... Las de las mujeres, las de las montañas de mi ciudad natal, Río de Janeiro, e incluso las curvas de un río majestuoso, que se encuentra a menudo en mi país. Pero no se puede perder de vista el hecho fundamental: la elección que he hecho hace tantas décadas por el hormigón armado que es lo que me lleva a una solución en la que la curva surge casi naturalmente...
—La arquitectura del siglo XX trajo grandes novedades, como el hormigón armado, la funcionalidad de los edificios y un interés mayor por las necesidades del ser humano. ¿Cuál es el desafío que ve en la arquitectura de este nuevo siglo? ¿Las propuestas que están surgiendo en las ciudades de hoy le agradan?
—No me agrada mucho el urbanismo contemporáneo. Pero sigo confiando en aquellos arquitectos que no sofocan su intuición creativa, ni que se aferran a soluciones de efecto y materiales carísimos.
—¿Cuáles son los arquitectos que le fascinaron en el pasado y que le fascinan hoy?
—Tengo un gusto muy variado. Me agrada un proyecto de Le Corbusier o un edificio de Mies van der Rohe. Me gusta Picasso y Matisse, Bach y Mahler, Balzac y Camus. Con respecto a los arquitectos contemporáneos, prefiero no mencionarlos (para no pecar por omisión) y me limito a afirmar que no faltan buenos profesionales en este momento en que el mal gusto arquitectónico a veces golpea nuestra sensibilidad. E, inmediatamente, tratamos de traer a la memoria la belleza de las catedrales españolas y francesas de la Edad Media...
—Usted sigue creando prolíficamente. ¿Cuáles son los nuevos proyectos en los que está trabajando en este momento?
—Un estadio de fútbol supermoderno, que revela una concepción muy diferente —un proyecto que nadie me pidió—, un teatro diseñado para espectáculos musicales en Rosario (Argentina), una gran biblioteca para un importante país del mundo árabe, un acuario que debe construirse en Buzios, en el Estado de Río de Janeiro...
—¿Cuál es la obra de su vida? ¿Quizá Brasilia? ¿Cómo ve Brasilia hoy, 60 años después?
—La obra de mi vida... tal vez sea aquella que mi mesa de trabajo aún está por recibir. Brasilia correspondía a la realización del sueño preferido de un gran estadista, el presidente JK (Juscelino Kubitschek, presidente brasileño entre 1956-1961). Mis compañeros y yo conseguimos cumplir este sueño, entregándoles a todos los brasileños una capital moderna, a la altura de la grandeza de nuestro país.
—Además de arquitecto, usted es un pensador de nuestra sociedad. ¿Cómo ve el mundo actual, con sus redes sociales, la tecnología, con las diferencias sociales y las políticas que persisten? ¿El mundo es hoy lo que usted esperaba? ¿Qué le sorprende y qué le decepciona?
—El mundo contemporáneo me fascina por todo eso, en particular por el progreso científico extraordinario y por la asombrosa expansión de las tecnologías de la información y de la comunicación. Sin embargo, en ese mismo horizonte histórico aún persisten las disparidades sociales y ciertas disputas políticas, que no cabrán más en el nuevo mundo que un día haremos emerger, más fraterno y solidario.
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